Me puse una camiseta negra y unos vaqueros grises para honrar su muerte, y con total apatía, miré por la ventana mientras me fumaba el último cigarro de la cajetilla cómo el Sol y la Luna todavía mantenían una lucha de titanes por permanecer ahí arriba, en esa cupula inrozable.
Supe perfectamente que había sido yo misma quien había matado a mi amigo imaginario.
Hacía unos meses que mi amigo imaginario había caido enfermo. Dejamos de jugar juntos, de comer lacasitos cuando nadie miraba, dejamos de contarnos historias mutuamente, y a la larga... de hablar. Comenzó a verse como algo distante y comenzó a pensar que él mismo no existía. Creo que mi amigo imaginario tenia tan poca confianza en si mismo y necesitaba tanto que yo pensara en él, que acabó por no comer, no dormir, y morirse.
Sin embargo, nunca me he sentido culpable. No puede dolerte la muerte algo que no existe. Supongo que soy una asesina de amigos imaginarios.
3 Comentarios:
Dices "No puede dolerte la muerte de algo que no existe" ¿COMO QUE NO? Discrepo totalmente, y como dijo Carlos Ruiz Zafón (que pedante y sabelotodillo me suena siempre ese "y como dijo..." jaja, no pero ahora enserio guarda estrecha relación)
"Sólo recordamos lo que nunca sucedió"
Buen blog.
Por cierto, muy divertida tu pelotilla de fotos de la izquierda, jugando con ella me siento idiota solo me falta la risilla bobalicona de Peter Griffin
debes un video a #proyectodescribeme y he puesto de plazo una semana para dar señales de vida y demás.
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