Cuarenta y nueve: El pianista que desgastó un piano.

No puedo evitar mirarle y escucharle cada vez que voy a ese bar.

Me siento en ese taburete pegado a la barra... y entonces, comienza a narrar... circunstancias a pesar de que él, nunca me habla. Creo que la verdad es, que no le hace mucha falta.

Yo quiero saber qué es lo que hay en su cabeza cuando, con esa fuerza, con sus dedos golpea las teclas del piano que guían los martillos contra las cuerdas. Saber qué siente cuando toca a destiempo. Descubrir a cada voz, un sentimiento. Averiguar si esta vez improvisa, o es su triste melodía.

Notar que su música es su verdadera historia e interpretarla, su poesía.

Insinúan que está enfermo. Que está loco....

por vivir en una canción eterna...

que sus vecinos le han visto llorar, exaltarse y sonreír con descontrol.

Que cuando cae la noche profunda y ya están cerrando sigue sonando un roto Do menor. Que a todas horas del día, sentado en su banqueta, sube y baja escalas que una vez memorizó. Que si no se lo traga la oscuridad de sus ventanas sucias, se rodea de partituras que esconden el suelo de mármol para que no refleje la luz del sol.

Sentada en la barra de ese viejo bar, veo a aquél viejo pianista divagar en su realidad,

acorde de Re, pasa a Mi, y poco después a La.

Creo que él, a encontrado su propia felicidad.