104 - Nada es lo que parece.

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No tenía casi pelo en la cabeza, pero aun así, él creía que estaba en la flor de la vida y aunque pueda sonar vanidoso, se consideraba un auténtico experto en el arte de la seducción femenina. Realmente David no tenía un gusto especial ni era muy exigente, simplemente le apasionaban las mujeres: morenas, rubias, castañas, altas, bajas, delgadas o gordas, daba igual, de hecho no tenía preferencia ni siquiera por el tamaño que tuvieran sus pechos, siempre y cuando pudiera dormir pegado a unos...

Sin embargo, David no era de piedra, y aunque la mayoría de las mujeres oliesen a champú, le resultaran atractivas y le alegraran sus aburridos y monótonos días, sentía debilidad por una de ellas en especial. Siempre hay una favorita, alguien que destaca y que resulta especial. Su nombre era Raquel, pero cuando se quedaban solos le gustaba apodarse de forma juguetona "mamita". La verdad es que Raquel le había enseñado todo lo que sabía, al fin y al cabo... es ella la que le había regalado hacía unas semanas ese babero amarillo con un pollito con el que estaba tan terriblemente mono y achuchable.

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