Veintiocho: La verdadera historia de Adán y Eva.

 

 Era muy tarde, pero Eva no podía dormir. Adán era un crack con respecto a llevarse toda la manta por las noches. Especialmente esa era de pleno invierno, hacía frío, demasiado. Eva estaba cansada. Tenia demasiado trabajo acumulado en el despacho de su oficina y unas ojeras que llegaban ya hasta el infinito. Miraba sin parar el reloj de la mesita, dándole una y otra vez al botón que hacía que su luz fluorescente brillara. Hasta que no pudo evitarlo porque eran las 4 y cinco de la mañana, a las 8 tenía que ir a la oficina, y tiró de la manta con violencia a pesar de que lo despertaría.

 

- ¿Quieres dejar de moverte? !Así no hay quien pueda dormir¡. - dijo Adán somnolientamente molesto.

- ¿Quieres dejar de robarme mi parte de la manta por las noches? - a Eva le molestó el comentario y pensaba en la de noches sin dormir por culpa de su estúpida manía. - Tengo frió, siempre lo haces, no hay noche que no esté destapada.

- !Tú eres la que se estira por toda la cama siempre y hace que me tenga que acurrucar en la esquina¡, por eso me llevo gran parte de la manta, !para que haga de escudo¡. Vivo pensando que un día me caeré y me daré el golpe de mi vida en la cabeza... Lo mismo ese día te quedas tranquila.

- Te vendría bien. Lo mismo así recuerdas alguna vez dónde pones las llaves.

- ¿Ah sí? !No soy yo quien se olvida de recoger la ropa de la lavadora para que después salga toda la colada color rosa¡

Los gritos y el tono de reproche en las voces de Adán y Eva cada vez ascendían más y se irritaban en una sucesión ilimitada.

- !Pero en cambio te encanta destrozar los calcetines haciéndoles agujeros al andar descalzo por la casa¡ !Por lo menos así alguna vez barres el suelo¡. Eso por no decir que me vuelvo loca a la hora de colocarlos, siempre poniéndolos disparejos...

- ¿Colocarlos? !Si siempre los coloco yo porque tú nunca lo haces, al igual que la plancha¡

Por un segundo, Adán, colérico, se fijó más en la cara de Eva. La había mirado durante toda la discusión, pero no la había visto. Ahora la vio. Miraba con ¿decepción?¿tristeza? ¿cansancio? ¿Qué mirada era esa? Era la mirada más horrible del mundo. No estaba enfadada. Era diferente.

Por un segundo Eva se adentró en los gritos y la voz de Adán. En su tono de voz de las últimas frases. ¿Ella fue la culpable de que en la voz bonita de su marido se desgarrara tal tristeza y antipatia?

Por un momento los dos se callaron. No fue un silencio aterrador. No fue un silencio incómodo.

Simplemente se echaron de menos.

Adán echó de menos la cara de felicidad y la risa de Eva cuando un día la subió a sus hombros para robar juntos una manzana del jardín del vecino, cuando eran un poco más jóvenes. La sonrisa que irradiaba seguridad y hacia que no hiciera falta mirar las estrellas porque brillaba por ella misma. Él se casó con esa sonrisa. No con la cara de expresión terrible que había junto a él.

Eva echó de menos la voz dulce de Adán. Era de esas voces que con solo decir "Eva", por muy corto que fuese su nombre, hacían que el tiempo se parase y te envolviera. Antes bastaba una palabra de esa boca para que Eva nunca sintiese frió. Y entonces volvió a escuchar esa voz.

- Eva...

- ....

- Vente, por favor. Siempre hay un hueco...

-....

- Siempre hay un hueco para ti debajo de la manta.

-....

- Es nuestra manta.

- .... Iré, pero Adán, solo si me das un abrazo tan enorme de esos tan fuertes que haga que quiera irme al borde de la cáma.

Adán le dió un abrazo tan fuerte que provocó una enorme carcajada en Eva, de esas que le gustaba tanto oir. Rodaron los dos por el borde de la cama en un acto masoquista. Se calleron al suelo.

Entre besos y abrazos... la ropa rosa arrugada tirada por el suelo, un calcetín con agujero y una bola de polvo ... hubo un momento especial. Adán miró a un lado apartando la vista por un segundo de Eva, sonrió y se quedó quieto.

- ¡Qué haces Adán! ¡De qué te ríes ahora!

- Cariño... ¿Sábes una cosa? ¡Hay algo debajo de nuestra cáma! :O

- ¡Qué! !Qué hay¡ Dímelo :O

- : ) Ahora ya sé dónde están las llaves.