A veces me pregunto en qué momento las personas se rinden y dejan de ser ellas para pasar a ser Gente.
Perdonen si me explico como un libro en llamas, pero para mi, este es un tema especialmente difícil de exponer.
En mil ocasiones, mi forma de expresar la fascinación (por absurdo que pueda parecer) consiste en callarme, no decir nada y observar con una mirada muy seria pero atenta qué de otras personas me está haciendo temblar por dentro, aunque visto desde fuera mi reacción pueda parecer imperceptible.
Puede que lo que me haya sorprendido sea un gesto, una idea, una creación artística, una forma de hablar, una manera de actuar ante alguna situación de la vida o simplemente una chorrada. Pero mola. Es chachi. Es guay. Y ellos… Pues ellos no lo saben.
No os confundáis. Esto no se trata de sobrevalorar, ni de crear altares, ni de tener a nadie en un pedestal. Se trata de realizar apreciaciones merecidas, de juzgar por uno mismo las maravillas que pueden esconderse entre estos seres y gozar de ellas mientras duran.
Y digo mientras duran porque he visto a muchas personas morir por dentro. Suicidios voluntarios que me han entristecido y me han sumido en una profunda desesperación y rabia. Decepción. Es como cuando ves una estrella que brilla con mucha intensidad pero que realmente se apagó hace años, y tú la miras pensando lo bonita que es, pero lo cierto es, que fue. Hasta que inevitablemente llega un día en el que ya no ves brillo por ninguna parte, y ni explosión ni pepinillos en vinagre. El cero. La nada.
Siendo sincera, me parecería encantador decir que todos tenemos algo que nos hace especiales, pero eso sería mentirme a mi misma, porque no me lo creo. Hay gente que es menos especial que un clip del chino. Todos conocemos gente así.
Es contradictorio, porque normalmente como he dicho, en la gran mayoría de los casos, aquellos quienes sufren LA TRANSFORMACIÓN es porque la desean, la quieren, y la persiguen a toda costa. Y entonces pienso… Tal vez esa persona no era tan especial. Tal vez no mereciese el don que le fue otorgado. Y quizás por eso este tipo de personas, desde mi punto de vista, son las peores. Porque una vez se han dejado ir, saben que es para no volver.
Y oye, está muy bien. Todos tomamos nuestras propias decisiones. Ojalá de esa manera consigan encontrar formas geniales de ser felices. Pero a mi lidiar con esta clase de gente me contagia derrota. Mi derrota. Porque ser excepcional en cualquier aspecto vital es difícil, es un acto de valentía continuo y diario. Porque ser uno mismo, respetarse, y vivir en base a lo que somos, en el mundo en el que vivimos es algo que considero de verdad jodidamente difícil.
Y aun así, dudo. Y por eso a veces me pregunto en qué momento las personas se rinden y dejan de ser ellas para pasar a ser Gente.
Porque quizás, siempre lo fueron.
O quizás no, y realmente lo que me hicieron fue un regalo: El de sorprenderme por última vez.
129 - De personas a gente
12 jul 2016
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