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Aleatorio, como todo

115 - El último cuento de Arielle.

4 nov 2014

Nadie supo por qué, pero una mañana Arielle se despertó y dejó de contar cuentos. ¡Pop! una expliosión de palomita, y la pequeña parte del cerebro que hacía esa función quedó voluntariamente desactivada. Quizás los cuentos eran su verdadera vida, quizás ahora solo quería el standby, dejar de ver su niña interior del parque. Quizás quería ver como era una vida sin mentiras. Pero ¿Qué es la vida sin mentir? ¿Qué sería de ellos sin la ciencia ficción? Porque el cine son mentiras. Y la música es mentira. Y hasta los juegos son mentiras. Porque los cuentos son mentiras. Y nos hacen sentir mejor...

Y lo que ella no supo nunca fue, que la que salió perdiendo no fue ella. Porque a todos les encantaban los cuentos de Arielle, y quedaban prendados de la magia que desprendían, porque eran entrañables y bonitos, y todos los querían escuchar. Pero ella ya no. Y los suicidó. Porque ella era la única que sabía... que esos cuentos eran de verdad.

¿A que todo puede paraceros una pena? pero ch... No se puede borrar lo que no está escrito, y todos y cada uno de los cuentos que contaba solo estaban dormidos. Los androides que cazaban mariposas en la luna. Las palomas que comían granos hechos de aceituna.

Lo mismo solo estaba cansada de tan costosa tarea. Aunque no lo parezca, es muy dificil poder contar historias que merezcan la pena. Y se esforzaba al máximo, tal vez solo necesitase descansar. En ocasiones es super difícil hacer felices a los demás.


No veréis llorar a Arielle, pero a la de dentro si, porque es una niña pequeña deseando que le cuenten cuentos antes de dormir. Lo mismo es que ahora os toca a vosotros escribirlos por mi.


Pero eh, que no hay condena sin regalo, y antes de partir salió de sí otro texto que tampoco quedaría grabado. Decía así:

Érase una vez, una pequeña colina cubierta de alfombras de pelico. Era un pelico de ese que no puedes parar de tocar aunque sepas que estás haciendo el tonto con los dedos de los pies. Por eso siempre iban descalzos. ¿Quiénes? Pues dos cerditos muy bonitos, blanquitos y blanditos, aunque uno de ellos era un poco más chiquitito que el otro.
Efectivamente. Uno se llamaba Mister Pringless y el otro Babi. 
Mister Pringless siempre decía que eran hermanos, pero Babi le decía que no, que no eran hermanos, y se podían tirar la tarde bromeando sobre ello tomando tazas de té.
Era un curioso panorama contemplar a los cerdillos con sus pezuñitas rodeando las tazas de té mientras sorvían.

Un día, Babi quiso hacer un viaje y salir de la colina de alfombras, y Mister Pringless que siempre cuidaba del otro le dijo que era una estupenda idea. Así que marcharon felices por el campo sin saber a donde iban.

El mundo era tan grande y ellos tan pequeños que al ir andando recorrieron miles de kilómetros, sin percatarse de que su hogar quedaba muy atrás y que probablemente no sabrían volver. Pero les daba igual, porque estaban muy contentos y cada cosa que veían era totalmente nueva. 
Cruzaron ríos, vieron campos repletos de amapolas, y hasta pasaron por delante de un volcán sin ningún tipo de miedo. Pero un día, el camino empezo a hacerse muy largo, sobre todo para Mister Pringless. Estaba un poco cansado de andar y se sentó en una roca. Empezó a encontrarse mal y a tener muuuucho calor, porque el sol pegaba fuerte, y le entró fiebre.
Babi lo vió y se ofreció a traerle agua, así que raudo y veloz se dispuso a encontrar un riachuelo cercano. Lo que pasa es que Babi era super torpe de nacimiento. Era un curioso don que le había dado el Dios de los cerdos (ya hablaremos otro día de los misticismos de la piara), y se tropezó unas cuantas veces por el camino haciendo que la desesperación por encontrar agua solo fuera más fuerte. 

Mister Pringless al ver que Babi no llegaba se sintió muy solo, y la fiebre que tenía fue a peor, hasta que pensó que estaba muy muy enfermito... Y de golpe y porrazo una gran tristeza empezó a consumirlo conforme pasaron las horas y su malestar y cansancio fue en aumento hasta sentirse jamón. Nadie sabía qué pudo pasar por la cabeza de Mister Pringless. ¿Era miedo o valentía? pero decidió empezar a andar por ese mundo grande para sentirse mejor, o encontrar un hospital. En el fondo Mister Pringless sabía cuidarse muy bien y aunque os haga un pequeño spoiler ¡al final no le pasa nada malo!

Babi cuando volvió y vió que no estaba lloró por un momento. La verdad es que el momento duró bastante mucho, de hecho se hizo de noche mientras lloraba y en el mundo este imaginario cuando se hacía de noche duraba mucho más tiempo del habitual. En el fondo él sabía que Mister Pringless era un cerdo de cuidado y que podría apañarselas muy bien, pero eso no quitaba el hecho de que él había propuesto emprender ese viaje y se sintió un poco culpable. Babi tenía el maldito don que le había dado el Dios cerdo y no estaba muy acostumbrado a recorrer varios senderos sin tropezarse, pero se armó de valor y pensó que si seguía alli en la roca no llegaría a ningua parte. 
Sin embargo, por cada una de cal te daban una de arena, y el Dios cerdo también le había dado a Babi otro don un poco más positivo. Y es que sabía ver muy bien los puntitos que brillaban en el cielo. 
Recordó sus clases de astronomauta, y con sus patitas cortas recorrió miles de caminos teniendo al menos una referencia. 

Babi, con su torpeza y su alegría, con su tristeza y su melancolía descubrió miles de lugares preciosos. Otros que daban miedo. Y se cruzó con muchas personas que le ayudaron a seguir su particular viaje nocturno, en el que tropezaba pero siempre se acababa levantando. Menuda cabezonería tenía Babi cuando se proponía algo.
Otras personas malas también quisieron engañar a Babi, pero eso solo consiguió que Babi se hiciera mucho más fuerte y sabio, otorgándole así más conocimientos que podría usar en su recorrido diario.

Babi nunca dejó de mirar hacia arriba durante el trayecto, por eso no se dió cuenta de que un día le había dado la vuelta al globo entero, y para su sorpresa, llegó hasta una colina cubierta de alfombras de pelico. Era un pelico de ese que no puedes parar de tocar aunque sepas que estás haciendo el tonto con los dedos de los pies. Y para su sorpresa, sin querer, se empezó a hacer de día con otro nuevo amanecer, y allí en lo más alto, había una mesita... donde alguien que había estado esperando durante años, acababa de preparar un té.

Así lo dijo Merche Owl a las 23:50 0 Comentarios  

Zona: ♥ Historias cortas, Arielle

114 - Nunca se promete directamente

26 oct 2014



En mi vida solo he hecho 2 promesas importantes que han marcado mi futuro.
La primera, fue a mi abuelo. Yo solo tenía 8 años y recuerdo que fue unas semanas después de que desapareciera para siempre. Fue una gilipoyez que ha resonado en mi cabeza durante años y no sé por qué, porque apenas me acuerdo de muchas cosas de cuando era pequeña. Pero ese día, vi a mi padre llorar, y eso solo lo he visto dos veces. Pensé que por alguna razón yo tenía que querer muy fuerte, porque si quería muy fuerte, las cosas que quería permanecerían por lo menos en alguien. No sé, pensé que si quería mucho y muy fuerte a mi abuelo, una parte de él seguiría con nosotros, y papá no tendría que volver a llorar.

La segunda, fue la última vez que vi viva a mi abuela. Por alguna extraña razón, sacó fuerzas para despedirse de mi, y aunque le mentí (nunca me he sentido orgullosa de ello) y le dije que había sacado muy buenas notas en las últimas semanas, me dijo que tenía que ser alguien de provecho, que nunca me dejara vencer por los demás, y que cuidara a mi familia.
Sali de allí sin pensar demasiado. Y al poco tiempo me prometí dejar huellas. No ser una pisada más, que cada intento fuerte que hiciera, pisara de verdad.

Es importante nutrirse de experiencias. Amanezco todos los días en tu lado de la cama porque ahora la que falta soy yo, ya nunca tengo prisa por ir a ningún sitio, y me sigo armando de valor para subirme a una silla y coger las cosas que están en los muebles altos, o si me piden ayuda, echar un brazo.

Espero que consigáis todo lo que os propongáis, y que en el futuro yo pueda hacer algún que otro anuncio que os haga sonreir.

Ojalá el miedo fuese solo un viaje en bicicleta. Pero ¿por qué no voy a volver a ser feliz? Si una vez ya conseguí que me quisieran con el flequillo destrozado. Quizás esta sea la tercera. La de conseguir mis metas. La de no dejarme ir.


De regalo una canción: Sigur Rós – Hoppípolla

Así lo dijo Merche Owl a las 22:48 0 Comentarios  

Zona: Personal

113 - Todo lo que quiero ser.

8 oct 2014


Todo lo que quiero ser es menos de lo que pido,
puede que me quede corto si lo digo despacito.
La paciencia que te escuche y pueda ofrecerte consejo,
la garantía de que cada año serás más listo y no más viejo.
Ser la estufa que te abrigue cuando es el mes de enero.
Para que cuando te haga falta puedas quitarte el sombrero.
La llamada que te alegre y te ponga de buen humor.
Ser aquella cosa que te haga querer ser mucho mejor. 
La nana que te duerma si es que el insomnio te consume,
La gota que aún te queda en el bote de perfume.
El ánimo, la compañía, la motivación, la pasta,
el reloj que se bloquea si es que el tiempo te falta.
El ¡buenos días! que te apoye alguna que otra mañana,
El pañuelo que te seque si tienes que soltar las lágrimas.

Ser la estrella, que está lejos y que aun así te ilumina,
Ser las fuerzas cuando sientas que la vida te debilita.
Las ganas de comer, cuando solo quieras beber,
el abrazo que te entienda y te refugie del ayer. 
Para que a cada paso que des vayas con seguridad,
para que si te pierdes no tengas que usar el Google Maps.
Ser tu calma, tu golpe de aire fresco, o la brisa...
Ser tu sonrisa.

Así lo dijo Merche Owl a las 11:28 0 Comentarios  

Zona: Personal

112 - El 30

2 oct 2014

Parece que fue ayer cuando veíamos amanecer. Cuando veíamos las estrellas. Yo solo era una cría.
Pasábamos las tardes haciendo la curva, descansando la espalda en la marquesina mientras las obras nunca acababan y nos reíamos de que el autobús ya nunca llegaba.
Mis cadenas no pesaban, hablábamos de absurdeces, de chorradas, de aquel bus sin parada.
Miles de veces me pregunté a que esperaba, cuando las tardes tornaban frías y ansiaba las llamadas que ya nunca venían, de cerrar las cicatrices de mordiscos que sangraron y parecía que aún ardían.
Era el sitio. De fumar cuando aún nadie lo sabia, de tomarnos las cervezas que a menudo con dos tragos se bebían. Cuando destrozada por mil mierdas familiares allí huía, y como superhéroes al rescate a buscarte siempre alguien acudía.
Pasando las horas. He estado sola. Sola y acompañada. He visto lluvias y algún foco pongamos de una moto que a menudo se rompía. He visto viejos paseando que tropezaban y caían, palomas que acechando migas súbitamente enloquecían.
Y chucherías. "La del unicornio"... como a veces le decían.

Y aún esperan, porque era la metáfora perfecta, la ironía que se materializa y que todo el mundo detesta. La sensación de vivirlo a tu manera, de preguntar y no obtener respuesta, de pasar calor y frío teniendo siempre las manos abiertas. Era el treinta.

Y arreglaron las aceras, pero cuando llega el verano aún no tapa la sombra. Si es que desde el principio ya sabíamos que estaba defectuosa. Ahora solo es de ida, pero no está loca. Cambiaron el recorrido, y ahora solo lo coges cuando te toca.

Pero es el sitio. Todos tenemos nuestra parada de autobús. Alguno que cogemos a menudo, o a diario. A la que vamos aunque no tengamos ni puta idea del horario. Y es que aunque de esa ciudad ya te has ido, todavía recuerdas los momentos que has vivido. Las cortas esperas que te han llevado a tu destino.

En la ciudad del viento, donde está mi suelo, mi cielo, mi acento. La parada de las alegrías y los lamentos. Donde siempre pasan las horas, pero no el tiempo.

Así lo dijo Merche Owl a las 14:52 0 Comentarios  

Zona: ♥ Historias cortas, Personal

111 - En el baile de máscaras

23 jul 2014

En el baile de máscaras,
pasaban las horas,
mientras danzaban con gracia las telas de sus ropas...
era una bella fiesta,
pero nadie bebía de su copa.

Bufones sedientos padecieron antaño,
ahora todo el mundo creía ser el más sabio,
y aunque el peligro acechando,
estaba en cada esquina,
ansiaban subir, 
a lo alto, a la cima.

Ser de la jet set no te daba dinero,
te ofrecía poder controlar el mundo entero.
Más sólo los listos lograban llegar...
Porque ahora todos,
Querían jugar.

Y a tí,
¿Te gusta bailar?

En el baile de máscaras...

Así lo dijo Merche Owl a las 1:50 0 Comentarios  

Zona: ♥ Historias cortas

110 - Dogma.

25 may 2014





De pronto el mundo vibró ante ella. Una sensación la dejaba completamente desnuda ante la inmensidad del universo. Podía notar una mirada profunda que se hincaba sin compasión como una bala a 4 metros de distancia sobre su nuca. El giro duró un segundo, pero su bloqueo mental en ese momento pareció durar una eternidad. Y ocurrió. Lillium pestañeó sin ser consciente de que una única y desolada lágrima recorría su mejilla lentamente.

El individuo se hallaba sentado en una mesa al fondo de la taberna. Cubría su rostro cabizbajo con una capucha y a simple vista parecía un trotamundos de lo más normal. Solo un gesto con un dedo la invitó a sentarse junto a él... magnético, implacable. Al subir la cabeza todos los temores y dudas que albergaba Lillium desaparecieron dando paso a una cara llena de tristeza y tranquilidad. No podía comprender que su cuerpo de Ruhst recreara emociones tan sumamente humanas. 

Se sentó, le miró fijamente a los ojos, y tembló. Tras un largo silencio lleno de sentimientos encontrados una voz ocre, dulce y cálida le susurró a través de Dráia.

- Panith... me he enamorado tantas veces de ti en tantas vidas distintas que ahora ni siquiera me hace falta saber tu nombre. Ya ha pasado demasiado tiempo... 

¿Por qué quiero llorar? Los Ruhst no lloran... Yo no era Panith, o sí, o no... ¿Qué me estaba pasando?

- Me has traído tantas veces de vuelta, a tantos lugares y momentos diferentes, que ya no me importa en qué me he convertido, ni cuál es mi misión en esta historia, ni siquiera a quién he de salvar ni cuándo he de morir. No puedo dormir, tengo flashes de cosas que han vivido otras personas, no puedo comer, y hace siglos que olvidé la sensación que me reportaba notar el viento del invierno en mi piel cuando era solo una persona humana. Vivo entre dos franjas tan diferentes, tan juntas, tan separadas... que la única forma de mantener estable lo que soy ahora, era pensar que algún día volvería a ver esos ojos azul cristal.

- No debiste recordarlos. De hecho no debiste recordar nada de eso Panith, algo salió mal. Escúchame, Dráia era la única solución, era la única forma de salvarte y eliminar tu existencia anterior, no podía traerte más de vuelta, la vida tiene su límite y nosotros lo sobrepasamos hasta el extremo.

- ¡¿Por qué no me dejaste morir?! ¡¿Por qué he tenido que pasar por esto?!

- Porque tú me lo pediste aunque no puedas recordarlo. Algún día te lo mostraré, pero ese día aún está muy lejos. Tienes demasiadas cosas que aprender, demasiadas situaciones por las que pasar, y demasiadas cosas que descubrir por ti misma. Pequeña, en tu nueva vida ahora solo eres un bebé, no sería justo para ti obligarte a crecer deprisa. Has de madurar como Ruhst, porque solo tú puedes completar nuestro sueño.

Estaba perdida. Perdida en sus ojos, en sus palabras. La cabeza le daba vueltas. Solo quería saber... comprender...

- Dogma, si es así como te llaman, por favor... cuéntame quien soy y si es cierto lo que dicen los escritos.

La reacción de la joven le provocó una leve sonrisa. Hacía mucho tiempo que nadie se dirigía a él así, de forma directa. Hablar de Dogma implicaba pronunciar un nombre exiliado, repudiado y alabado a partes iguales, siempre respetado fuera y dentro de la burbuja. Hablar de dogma acarreaba planteamientos peligrosos, fueras de la raza que fueras. Siendo un Dios la respuesta equivocada a la pregunta podía costarte el exilio, y siendo Humano, la muerte. Todos preferían evitar el tema y fue cayendo en el olvido tras su desaparición.

- No sé que dicen esos escritos aunque siempre he sido aficionado a la lectura, aun así, puedo contarte una historia. Mi historia. 

Yo era un Dios joven, importante dentro de mi clan, uno de los más poderosos de toda la superficie. Hablamos de una era en la que los Dioses empezaron a perder el contacto con la humanidad, los inicios de la separación total. Solo un grupo de Dioses menores seguía bajando de vez en cuando a la profundidad para infundir temor, recibir halagos o sentirse importantes demostrando su superioridad natural, alguien tenía que seguir divulgando la jerarquía y las normas de este mundo a los mortales. Yo era su alto mando y supervisor, así que aunque no me importaban demasiado el resto de especies, tenía que bajar. 

El tiempo pasaba y la sociedad Diossana se asentó completamente. Todo el esfuerzo que suponía bajar empezó a ser innecesario puesto que los humanos ya habían aceptado su destino y estaban puramente concienciados de las leyes natural. El mundo era regular, las profundidades ya no importaban lo más mínimo. Entonces para mi, conforme fueron pasando los milenios, todo se volvió aburrido e insustancial.  Es curioso, de ser humano siempre me habría preguntado qué hace un Dios cuando se aburre si no baja a jugar con lo que ha creado. 

Yo bajaba a la tierra para realizar la misma tarea que los aristócratas humanos cuando observan sus hormigueros de cristal en los estantes de sus vitrinas, como los artistas observan cuadros abstractos buscando su significado. En mi caso, mi hormiguero preferido estaba en Gradflam, un poblado situado en una llanura repleta de ríos. Lo curioso del lugar es que algunos de los aldeanos habían conseguido domar el fuego mediante magia. Empecé a obsesionarme con ese sitio y cambié mi aspecto al de un humano normal para integrarme más fácilmente y observar de cerca, pero era incapaz de disimular mi color de ojos característico, así que me hice pasar por un viajero de Eöl, ya que sus habitantes poseen el color ocular más parecido al nuestro dentro de lo que cabe. 

Un día, paseando cerca de la orilla de uno de los ríos más apartados de la ciudadela, me detuve a mirar qué hacía una niña de aproximadamente 5 o 6 años. Tenía el pelo rojo y un aspecto vivaracho, como el resto de los críos de su edad. Prendió fuego unos matorrales que había cerca. Eso llamó mi atención porque no utilizó ningún tipo de cerilla. Las mujeres no podían aprender ignición, a nivel natural es una magia imposible de realizar para ellas, al igual que los hombres no podían parir bajo ningún concepto. Acababa de ver probablemente lo más interesante en millones de años dentro de los errores de la naturaleza humana y no podía perderme la continuación. 

Cuando se percató de mi presencia, su primera reacción fue correr, acababa de realizar algo que estaba muy mal y solo temía el castigo. Apagué el fuego de forma poco ortodoxa, corrí tras ella y fácilmente la atrapé, estaba llorando, pero intenté calmarla un poco.

-¿Cómo te llamas pequeña? Prometo no hacerte daño ni diré nada de lo sucedido ¿ves? ya está apagado.
- Panith señor.
- Panith, lo que acabas de hacer está muy mal. No puedes ir por ahí quemando cosas o durarás viva menos de lo que uno de esos yras que crían en tu comarca. ¿Me comprendes?
- Si señor, no lo volveré a hacer.
- Panith escucha, voy a contarte un secreto. Eso que sabes hacer... no lo sabe hacer mucha gente más. Tienes que guardarlo en secreto, o te matarán. No puedes hacer uso de él. 

En el fondo la niña me importaba poco, pero era mi fuente de entretenimiento principal por un rato. 30, puede que 40 años... total, qué son 40 años en la vida de un Dios. Sin embargo ver el partido no era lo mismo que jugarlo, así que me comprometí a participar en él. La enseñaría a utilizar su error natural y así podría divertirme un poco. Nadie notaría una pequeña ausencia por allí arriba. 

Así lo dijo Merche Owl a las 18:14 0 Comentarios  

Zona: ♥ Historias cortas, Crónicas De Eöl

109 - Paro en la decoración cielar.

15 feb 2014



Cuando somos niños, nuestros padres son especialmente sensibles a nuestras molestas acciones y suelen decirnos qué tenemos y qué no tenemos que hacer. De hecho, ésta sensibilidad suele convertirse en un vicio que, en ocasiones continúa hasta… pongamos por decir algo, “Siempre”. 

Y de eso va precisamente esta historia, de cómo gracias a la responsabilidad de un padre mandón  y de un niño desobediente la vida en la tierra es tal y como la conocemos ahora mismo.

La casa de Benjamín por increíble que parezca, estaba situada en lo alto de la atmósfera. Sé que es raro, pero era así. Tenía mucho espacio para corretear, pero era absurdo porque deslizarse por la nada sin que ocurriera algo emocionante no le aportaba ningún tipo de satisfacción. No podía hacer casas con toallas y sillas en el jardín puesto que allí no había tal cosa, ni vecinos con hijos con los que jugar. En resumen, podemos decir que Benjamín se aburría como una auténtica ostra, así que su mayor afición no era otra más que la de darle el coñazo a su padre, el viejo Will, trabajador empedernido y escultor de nubes a tiempo parcial. Podemos decir que Will era un profesional de la decoración cielar entre otras muchas cosas y su trabajo le impedía mudarse a otro lugar más cómodo para la vida familiar.

Benja era un chaval bastante hiperactivo, cosa que ponía de los nervios al pobre Will. Su divina esposa ya no estaba junto a él para echarle una mano y para ayudarle con la enseñanza del crío. El caso es, que el pobre diablo al cumplir los 6 años de edad, cogió la costumbre de colarse en el lugar de trabajo de su padre y rebuscar por todas partes objetos interesantes con los que pasar el rato.

-        -  ¿¡Ya estás otra vez haciendo trastadas, niño!? ¡Deja las cosas de papá! ¡No toques eso!
Cada vez que su padre le daba una reprimenda, los motivos para continuar realizando aquello aumentaban con creces. Ojalá hubiera descubierto antes ese chute de adrenalina. Desde entonces, Benjamín se interesó en hacer todas aquellas cosas que no debía. Bueno, tenía solo 6 años, no conocía otras formas de ser rebelde, por lo que decidió día tras día tocar todo aquello que le estaba prohibido.

Un día, observó que había una caja metálica en la pared del despacho. Estaba oxidada y parecía que no se había abierto durante siglos… sería muy interesante descubrir los secretos que dentro de la caja se hallaban. Cogió un palo con el que hacer palanca, y ¡Zas! La caja se abrió.
Solo había un botón de color rojo.

Acercó suavemente el dedo hacia él y éste hizo “click”. Las nubes que tanto costó a su padre fabricar empezaron a moverse de un sitio a otro, unas más lentas, otras más rápidas, creando así un nuevo fenómeno nunca visto hasta entonces, y tras él, como desencadenante surgieron muchos fenómenos más.

El mundo es culpa de un niño de 6 años, pues solo él tuvo el valor de pulsar el botón del viento. 

Ya no se aburrirá más. Pobre papá... dicen que ahora no tiene que trabajar más.

Así lo dijo Merche Owl a las 1:26 0 Comentarios  

Zona: ♥ Historias cortas

108 - Patada a la puerta...

4 ene 2014

Temblar cuando hace frío, descorchar una botella de champán, reírse con un amigo, enterrar a un familiar. Dar respuestas sin sentido, desayunar antes de ir a la universidad, comprar en los ultramarinos, correr para coger el autocar. Encender un cigarrillo, llorar sin necesidad, perder jugando al cinquillo, despedirte antes de viajar. Desnudarse al ir a la ducha, perderte al callejear, comerte la masa cruda, cantar canciones en tu bar. Hacer el amor sin luz, apagar el gas al cocinar, leerte un libro muy largo, encender velas para rezar. Pillar una ilusión óptica, esperar en el hospital, cabrearte con tus hermanos, soñar alguna excentricidad. Ir de rebajas al centro, sentir la arena rozar tus pies, perder un calcetín solo, escribir y borrar empezando otra vez. Tirar restos de cerveza, dejar de creer en Dios, comenzar una nueva partida, encontrar la solución. Declinar en otro idioma, sentirte en soledad, perseguir a las palomas, contemplar con alguien el mar.
Me paso ahora los días, pensando en una cuestión, 
¿si el mundo da tantas vueltas... siquiera hay un botón que lo pueda parar en seco? 
Para que me baje yo.


Hola de nuevo.

Así lo dijo Merche Owl a las 15:53 4 Comentarios  

Zona: Aleatorio, Personal

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